viernes, 18 de febrero de 2011

TUC DEL MIG DE LA TALLADA (VALL DE MULLERES)


CORREDOR DE L' ESQUERRA

Aproximación: 2,45 – 3,00h

Dificultad: 550m D. Resaltes de 70º

Duración: 4,00h (Los horarios son aproximados)

Descenso: Rapel de 20 – 25m. 1,30 – 2,00h. (Los horarios son aproximados)

Material: 3 ó 4 tornillos de hielo, 2 ó 3 clavos, un par de empotradores o friends y cintas de varios diámetros.

Al Tuc del Mig de la Tallada, se accede desde la boca Sur del antiguo Tunel de Vielha. Hay una explanada para aparcar y para dormir, se puede plantar la tienda junto al refugio de Conangles que se encuentra a unos 1.000m del comienzo de la marcha, junto al parking de camiones.

La primera hora la empleamos para llegar hasta la base del contrafuerte del macizo del Tuc. Emplearemos otra hora y media o dos, en ascender hasta el comienzo del corredor propiamente.

Para superar el contrafuerte, hay varios corredores tortuosos pero fáciles, o bien continuar por el Valle de Mulleres unos minutos más, hasta localizar una pala algo más cómoda de subir.

Yo recomiendo encarecidamente que localicéis lo que será el camino de descenso por el contrafuerte durante la subida, ya que de bajada, todas las variantes parecen iguales y corréis el riesgo de errar.

El corredor tal y como se indica es de grado D, y únicamente tiene un resalte serio de hielo de unos 70° y del orden de 30m.

La vía la realizamos según el siguiente esquema:


1er largo:

Unos 150m a 45 – 50º de nieve. Ascendimos por libre.

2º largo:

Aproximadamente 50 ó 60m. Hay un primer resalte de roca de unos 2m sin mayor importancia, dónde montar la reunión. El resto es una pala de nieve de unos 50° - 60°. Se podría hacer en ensamble si se quiere pasar el resalte de roca “a pelo”.

3er largo:

Otros 50 ó 60m. El primer tramo es el paso más entretenido de la vía. Se trata de un resalte de hielo a 70°, y de unos 30m. El resto es pala estrecha de nieve a 50° - 60°. Hay roca dónde instalar reunión.

4º largo:

Del orden de 45 ó 50m. Se continúa por la pala estrecha de nieve hasta llegar tras una pequeña vira, a un paño dónde instalar en una larga fisura, 2 ó 3 empotradores para la siguiente reunión. Este largo se puede hacer en ensamble, aunque la última vira es un poco delicada por su pendiente 60 - 65°.


5º largo:

Pala larga y pesada de unos 150m y 45 - 50°, a realizar por libre o en ensamble.

6º largo:

Hay un pequeño resalte de roca y nieve de 2m, recorremos unos 100m de una travesía diagonal a 40 - 45°, que si bien se puede hacer en libre o en ensamble, hay que asegurar bien el paso, ya que la caída es a plomo hasta la base de la montaña. Así se llega a la cima.

Descenso:

Hay que realizar una pequeña travesía por la cresta cimera hacia el Oeste. El rappel está instalado a unos 3 ó 4 metros destrepando por la vertiente sur, pero al verlo muy delicado, instalamos una vaga y mallón desde la que descolgarse sin necesidad de destrepar.

Una vez rapelado este primer paso, hay que perder unos 100m de cota y virar hacia el oeste por la vertiente sur del Tuc hasta llegar al Coll de la Tallada. A partir de este punto, pasamos a la vertiente Norte nuevamente y buscamos nuestra ruta de subida o la que hayamos establecido como bajada.


domingo, 11 de noviembre de 2007

"LOS GIGANTES..."(6b) + "CORNELIUS..."(6a)

El pasado Jueves 1 de Noviembre, estuvimos escalando en Montanejos, Pau, Edu, Lluiso, Luci y yo.
Nuestra intención era hacer la vía “El despertar de los fósiles” (6a), pero siendo tantos, finalmente Pau se embarcó con Lluiso en “Las increíbles noches de Málaga” (primer largo 6a+), pasando por “La babaresa del despertar” (5c) y acabando en “Cornelius Moriarte” (6a).
Edu y yo nos metimos en un frega ya en el primer largo del “despertar” y acabamos postergando “El paredón del Alguacil” para otro día.
Sea como fuere, me encantó el aspecto de la pared y me prometí a mí mismo que no pasaría mucho tiempo antes de acometer la traza que Pau y Lluiso lograron hacer ese día de todos los santos.

Viernes 9 de Noviembre de 2007

Carlos: Hola Esther, ¿tienes planes para este sábado?
Esther: No, Ximo se va a Riglos y si quieres nos podemos ir a Montanejos. Hay una vía de varios largos muy chula que podemos hacer. Es la “Cornelius Moriarte”.
Carlos: Mira que hay vías y tienes que sugerir esa precisamente. Está claro que es la vía que toca.
Esther: ¿Por qué dices eso?
Carlos: Porque la semana pasada me quedé pillado por esa vía, pero yo no puedo con los largos de 6º y es cojonudo que vayamos juntos. Yo me puedo encargar de los 5º
Esther: Vale, no es problema. Nos vemos en mi casa mañana a las 9.00h

Sábado 10 de Noviembre de 2007

Al bajar del coche estábamos a 4ºC, pero 10 minutos después y tras meter caña en la aproximación, ya habíamos entrado en calor.
El día prometía ser agradable y la orientación del Paredón del Alguacil es muy buena para el otoño y el invierno.


Estábamos a pié de vía a las 10.45, pero en lugar de empezar por “Las increíbles noches de Málaga”, lo hicimos por “Los Gigantes no escalan con guantes” (6b).
Esther como había prometido sacó el primer largo en un periquete y yo estaba emocionado porque me veía capaz de sacarlo también aunque fuese de segundo.
El primer tramo de “6º” no fue problema, pero el “6b” me deshizo totalmente. Los últimos mosquetones no podía ni abrirlos ya que se me habían agarrotado los antebrazos y los dedos de la mera tensión. Evidentemente tuve que descansar un rato, pero al menos llegué a la reunión sin más problemas.
Era mi turno. 2 largos de 5c. El primero “La babaresa del despertar” que tenía muy buena pinta y que no me costó gran cosa. Y el segundo largo o tercero a origen, una placa fácil y divertida que resolví sin más problemas.
Lo entretenido de escalar, o al menos para mí, es tener retos que te obliguen a esforzarte pero que no lleguen a amargarte la diversión y desde luego esta pared cumple con creces esa premisa.


Esther volvió a coger las riendas del 4º y 5º largos de 6a. La placa del 4ºL fue entretenida. Muchas presa pequeñas de “gota de agua” como me explicó Esther que se llamaban y que desde luego tienes que estar fuerte para aguantar.


El último largo tiene un pequeño diedro y un techo que se supera a horcajadas que me resultaron divertidos aunque he de reconocer que tuve un pequeño resbalón sin importancia. Ahora, eso sí, el último desplome a 5 metros de la reunión es un cabrón con pintas.
Yo no entiendo mucho, pero eso tiene que puntuar algo más que un 6a porque nos vimos abocados a sacarlo con estribo.
Yo intenté desafortunadamente hacer una variante que acabó con un péndulo de campeón a 200m del suelo y al final terminé pasando por el estribo que mi buena compañera había instalado.
En fin una bonita vía para un día estupendo pero con mi sincero reconocimiento de que mi lugar sigue estando en la frontera entre el 5º y el 6º grado.

jueves, 11 de octubre de 2007

GALAYOS, UNA APUESTA POR LA EVOLUCIÓN

Nos costó, pero al final salimos de Valencia el 5 de Octubre de 2007 a las 20:00 dirección Guisando, en la Provincia de Ávila.

Nuestro plan; Galayos.

Queríamos escalar El Torreón, el Pequeño y Gran Galayo, La Aguja Negra, etc. y no teníamos más planes que esos, por ello cargamos las mochilas con casi 20 kg entre comida, tienda y cacharros e hicimos marcha.

El mismo Viernes, Esther me llamó y me dijo que también se dirjían hacia allí así que acordamos quedar para cenar en el camino y montar una carvana hacia la sierra de Gredos.

Llegamos al Parking de la Cabra (Nogal del Barranco) sobre la 1,30h del Sábado y tiramos los aislante, los sacos y las fundas de vivac junto al coche y sin más miramientos nos pusimos a dormir. La verdad es que la edad y las “malas” costumbres se notan, ya que no pasé lo que se dice una buena noche.

En fín, sobre las 10,30 de la mañana salimos hacia el refugio Victory y aún saltandonos la Apretura, cumplimos el recorrido entre mis 2 horas y las 2 ¾ de Edu y Pau.

Esa misma tarde intentamos un par de vías con sendos fracasos y creo que en el refugio, que parece que lo hayan puesto a propósito en frente de las paredes para deleitarse con los éxitos y los errores del personal, se lo pasaron pipa a nuestra costa ya que la jodimos en los dos intentos.

A parte de la dificultad técnica de las vías, la capacidad de orientación es vital en la escalada clásica y Galayos no se escapa a esta máxima, así que esa misma noche nos pusimos las pilas y preguntamos a diestro y siniestro hasta que nos dieron claras indicaciones de como atacar la Oeste del Pequeño Galayo.
El Domingo nos levantamos algo desanimados por el fiasco de la tarde anterior y a las 10,20h estabamos a pié de vía y en marcha. Pau se curró el primer largo que yo abandoné hacía 16 horas y a partir de ahí todo fué sobre ruedas. En unas 4 ó 5 horas acabamos la vía, incluyendo un tramo de 5+ que se salía de lo previsto y que nos llevaría a conquistar para nuesto deleite la cima del Pequeño Galayo.
Continuamos la jornada con el Gran Diedro del Gran Galayo y ahora tenemos la certeza de que nos volvimos a equivocar de vía. Quizá nos quede la satisfacción de haber abierto una nueva traza en esas paredes.

Sea como fuere, llegamos a la cima sin grandes dificutaldes y sobre las 19,00 de la tarde estabamos de regreso en el refugio.


El lunes por fín le tocaba el turno Al Torreón y aunque teníamos programadas dos vías, obtamos por asegurarnos la cima por la Sur directa y dejar para el futuro la Sol Galilea.
Solete, que prometió llegar el domingo por la tarde, apareció por suerte para él, en el preciso momento que nos marchabamos hacia la tapia y le concedimos una horita para que descansara y desayunara algo.

Lamentablemente yo me dejé el juego de empotradores en el coche, así que solo disponíamos de seguros para una cordada y decidimos escalar una cordada tras otra, dejando los seguros colocados para aprovechar el poco material del que disponíamos. La estrategia no fue muy acertada ya que evidentemente esto nos obligaba a esperarnos los unos a los otros en las reuniones. Ximo me explicó esa misma noche, una técnica que hubiera agilizado la marcha de las dos cordadas. Sencillamente se trata de que el segundo y tercero de cordada escalen próximos entre sí como si de una cordada de tres se tratara, salvo que el tercero lleva la cuerda del cuarto en su arnés. Una vez que los tres primeros están en la reunión, la primera cordada inicia un nuevo largo con el material recuperado y el tercer escalador asegura al cuarto, de esta forma siempre hay dos personas escalando al mismo tiempo.

Como aprendizaje, no está mal, pero lo que no creo que se aprenda, o mejor dicho que se supere, es la impresión que me causó la escasísima cima de esta aguja. Al llegar arriba, estabamos todos pletóricos y yo me aventuré a localizar el punto de descenso de la cara norte y a que mala hora lo descubrí en el canto de un duro.
Es necesario gatear para llegar a él ya que la plataforma apenas tiene 50cm de ancho por 2 ó 3 metros de largo. Las caidas a derecha e izquierda son de unos 60 metros y todo el conjunto se adereza con una niebla que va y viene a voluntad y que cuanto menos te dejaba un regusto a misterio dificil de olvidar.


Luego en el cohe nos reiríamos con la anecdota de la guía, que cuenta que los novatos tienen que llegar a la cadena erguidos para demostrar su valía, pero yo me pregunto si habrá muchos beteranos que lo hayan logrado.



domingo, 1 de julio de 2007

ALPES PENINOS 2007

Siempre nos dicen que hay que vivir el presente, que pensar en el futuro hace que no disfrutes del día a día y que el pasado sirve para lastrar nuestras vidas. Quizá todo ello sea en parte cierto, aunque como también suele ser bien cierto, en el termino medio está la virtud.
Durante todo un año he ido fraguando los sueños e ilusiones de lo que serían las nuevas experiencias alpinas para este verano. De hecho, todo empezó en el Refugio del Dom, cuando quedé prendado de la imagen que me ofreció la arista Este del Weisshorn un atardecer del mes de Julio.



ARISTA ESTE DEL WEISSHORN DESDE DOMHUTE JULIO 2006

David hace unos días me dijo que él disfrutaba con la actividad en sí misma, pero que se había dado cuenta de que yo lo hacía con la preparación durante los meses anteriores; pues bien cierto es. De alguna manera, vivo el presente de cada día que se me ofrece la oportunidad de dedicarle unas horas a planear la ruta, el equipo, analizar los riesgos, las alternativas, etc. y ello me sirve no solo para evadirme del día a día más oscuro y tedioso de nuestra existencia, sino para que el cerebro vaya asumiendo y recreando permanentemente lo que podrá ser necesario durante la actividad en sí.


El año pasado, nuestro problema más destacable fue el mal de altura que un miembro de la cordada sufrió y por ello, el plan para este año preveía una buena dosis de aclimatación. Para ello elegí una travesía de refugios con una altura media de 3.500m durante 4 días. Por supuesto esta travesía implicaba ciertas cimas que en un principio parecían fáciles, pero ¡oh!, descubrimiento, los Alpes pone a todos en su sitio y nada es lo que parece. La última fase del programa y tras un día de descanso, ambicionaba ascender por su arista Este la esbelta cima del Weishorn que como se puede ver estaba a tope de nieve.

21 de Junio de 2007
El plan para esta primera parte era salir de Zermatt y llegar al Klein Materhorn en teleférico desde donde ascenderíamos el Breithorn. Posteriormente recorreríamos la base de esta/s cima/s con el objeto de llegar al refugio de Guide D’Ayas esa misma tarde.
Para nuestra desgracia salió un día bastante malo. La niebla era muy espesa, estábamos a unos -2ºC y el viento en algunos casos bien podría superar los 40km/h lo que traducido a sensación térmica significaría -30ºC.
Además de estas condiciones, una de las partes que más me atemorizaba de la expedición, era la orientación. Aunque hubiese estudiado cien veces la ruta y hubiera leído mil reseñas, el hecho de enfrentarte a un macizo desconocido en donde las dimensiones se pierden entre las paredes de las montañas y las grietas de los glaciares, supone una carga tan importante o más que la de nuestras espaldas.
A ciegas y con el GPS funcionando a duras penas, iniciamos la ruta hacia el collado del Breithorn con el objeto de virar hacia el Norte y dirigirnos hacia la cara sureste de la montaña. Por suerte localizamos unas tímidas huellas de algunas cordadas atrevidas que seguimos ávidos de referencias. De vez en cuando y para recordarnos quien manda sobre este planeta, la naturaleza hacía de las suyas y nos despejaba el camino solo para dejar entrever la inmensidad del lugar donde nos encontrábamos animándonos a meternos ingenuamente en la boca del lobo. Como no puede ser de otra manera y con nuestros aires de suficiencia, nos dejamos engañar y continuamos con la ascensión creyendo que sería coser y cantar, pero por supuesto la última palabra y eso nunca debemos olvidarlo, la tiene la natura y se pronunció claro y fuerte. De repente, un golpe de viento empezó a borrar las huellas y por un segundo no sabíamos si ascendíamos, descendíamos o lo que era pero, derivábamos hacia la arista y el precipicio. Triste pero oportunamente, decidimos darnos la vuelta a menos de 100m de la cima y tratar de retomar la huella existente hacia el punto donde debíamos desviarnos hacia el refugio.
Hay que indicar que la ruta diseñada para estos 4 primeros días era una circular con origen y retorno en Zermatt y desde luego no nos sobraban las oportunidades de llegar a los diferentes refugios intermedios. Dadas las condiciones meteorológicas, llegar a Ayas iba a ser una seria aventura ya que de continuar con la ruta, no tendríamos opción de regreso y nos veríamos obligados a llegar hasta él o en su defecto vivaquear a 4.000m de altitud sin pertrechos para pernoctar. Así que una vez analizados pros y contras optamos por aventurarnos y emplear todas las horas de luz disponibles en el intento. Por suerte una cordada de dos Suizos iba unos cientos de metros siguiendo nuestra huella y optamos por esperarlos para consultar. Nos vino bien su ayuda y durante un par de horas nos turnamos en la ardua tarea de abrir el paso en una nieve sin transformar que había caído durante las últimas semanas. Por fin llegamos al impresionante Vivac colgado de Rossi Volante lugar donde nuestros compañeros de armas se desviaron dejándonos a nuestra suerte que por otro lado fue cambiando ya que la niebla y el viento habían mitigado.
Nuestra última anécdota de la que aprendimos como se suele decir a golpe de sufrimiento, fue descendiendo por una pronunciada pala. Nuestro primer error fue seguir una traza pensada para el invierno que ciega las grietas y rimayas. Durante la bajada se templaron nuestros nervios cuando descubrimos que la nieve había perdido la gruesa capa que nos hubiera protegido. De repente, una elegante grieta diagonal a nuestra trayectoria, me engulló hasta la cintura.
Es curioso, durante meses he recreado esta situación y cuando se presenta, nunca es lo que esperabas. La adrenalina hace que un sudor frío y un calambre recorran tu cuerpo. La fuerza y los reflejos se multiplican y aunque no tienes claro lo que pasa, la reacción primaria es la de sobrevivir. Por suerte pude minimizar la caída gracias a la mochila y la extensión de los brazos que lograron detenerme, el resto del trabajo lo hice con ayuda de Manolo y David que estaban atentos y lograron mantenerme en ese punto sin que se agravara más la situación.


Para evitarles el mal por el que yo tuve que pasar, y tras haber puesto orden en la situación de minicrisis en la que David casi descoyunta con los crampones a Manolo mientras este blasfemaba en hebreo, monté una reunión con un par de tornillos de hielo al otro lado de la rimaya y continuaron con el descenso que estuvo aliñado con desprendimientos de piedras y hielo procedentes de un siniestro serac de unas mil toneladas que nos observaba atentamente por encima de nuestras cabezas.


La llegada tras esta última experiencia fue algo pesada por el nefasto estado de la nieve. Llevábamos cerca de 7 horas de trabajo sin descanso, y por fin avistamos ell tan ansiado refugio, que por cierto estrenamos nosotros como primeros huéspedes de la temporada.

22 de Junio de 2007
Teníamos previsto ascender este día el Pollux, el Castor, y pasar la noche en el refugio de Quintino Sella, pero tras el desgaste del día anterior y un ápice de humildad que poco a poco fue haciendo silenciosa mella en nosotros, sacamos de la ecuación la cima del Pollux, y menos mal, porque este día también fue de aupa, 8 horas.
Con una luz espléndida y el atisbo de un buen día, remontamos la huella de la tarde anterior con una nieve en mucho mejor estado. Por supuesto en esta ocasión dejamos de lado nuestra rimaya maldita y nos dirigimos por la que tendría que haber sido la traza normal para el estío, hacia el collado di Verra dirección este-noreste ganando en una hora, los 450 metros de desnivel.
Un tanto atemorizados y con un viento del norte que cortaba el hipo, optamos por seguir las instrucciones de nuestra guía, y atacar por la pala noroeste del lado Suizo. Lo cierto es que tuvimos nuestras dudas ya que la cara suroeste Italiana también tenía buena pinta, pero como se suele decir “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer” y en nuestro caso, “lo conocido” era nuestra reseña.


Estuvimos quizá 3 ó 4 horas trazando diagonales para doblegar la ladera y francamente, ir de primero es física y psicológicamente agotador. En ocasiones, una placa de hielo nos sumía en un silencio que se oía a cientos de kilómetros. Otras veces, los casi 50º de pendiente nos obligaba a tallar escalones en la nieve. Llegando al tramo final me vi superado por la situación y aunque sabía que no era viable retornar, les pregunté tímidamente a mis compañeros, si se veían con fuerzas para continuar. Por suerte para todos y especialmente para mí, encontramos un pequeño refugio entre las rocas que nos sirvió para descansar no solo del esfuerzo permanente, sino del viento continuo que se había agravado hora tras hora.



Desde este rincón podíamos otear la cima, pero para continuar subiendo el listón, nos esperaba una arista de nieve afilada como una espada toledana. Puedo asegurar que es la imagen que si no todos los alpinistas y montañeros esperan ver, yo sí.


Ascender con un pié en la ladera Italiana y otro en la ladera Suiza fue una tarea delicada, tremendamente delicada. El viento empujaba a golpes, la nieve se desmoronaba sorpresivamente y nosotros cual malabaristas sobre un cable de acero a 1.000m del suelo, progresábamos pausadamente hacia la cumbre del Castor de 4.228m
Manolo en el centro de la cordada y por la experiencia del año pasado, iba muy atento a un posible desliz por mi parte y tenía claro que de patinar hacia alguna de las dos laderas, tenía que dejarse caer a la contraria y creo que para tomar una decisión así, se tienen que tener las cosas muy claras. Por suerte, el destino no nos esperaba en esta ocasión con ningún susto y salvo algún traspié por el estado de la nieve, la llegada a la cima fue finalmente un tranquilo paseo.

En la cima apenas estuvimos un par de minutos ya que el fuerte viento no amainaba y tuvimos el tiempo justo para hacer unas fotografías y continuar con la travesía por la arista este hacia el collado Felik. El descenso por esta arista es infinitamente más fácil que por la oeste y deduzco que la subida tiene que ser muy cómoda.

Tras el esfuerzo al que habíamos estado sometidos, agradecimos la bajada y aprovechamos para bromear y distendernos un poco. Ingenuos de nosotros que creíamos haber superado todas las dificultades, llegamos al collado Felik y le pedí a David que se colocara delante para descender por la pala que nos dejaría en la parte superior del glaciar del mismo nombre. Aunque un poco reacio, finalmente aceptó y comenzó a bajar pausadamente hasta un punto en el que un grupo de rocas amenazadoras lo obligaron a virar hacia la izquierda realizando una larga travesía sin perder cota hasta haber superado el cortado.


En este viaje he aprendido varias cosas y una de ellas es que las travesías en horizontal por laderas con fuerte pendiente, aunque parezca mentira, son duras y peligrosas. Como ya he dicho antes, el destino aquí lo es todo y en esta ocasión esperaba ansioso nuestra llegada con las fauces abiertas. Se conjugaron varios factores; la nieve ya no tenía la dureza de las primeras horas, la falta de confianza y experiencia con los crampones y supongo que la tensión de ir de primero, finalmente se aliaron contra David que perdió pié y se cayó ladera abajo. Fue espectacular observar los acontecimientos desde mi posición y aunque todo ocurrió en apenas uno o dos segundos, me pareció una eternidad. Vi como Manolo apenas pudo contener el tirón y fue arrastrado tras David, de hecho llegué a pensar que fue una casualidad y que él también había caído al mismo tiempo. Yo tuve el tiempo justo para tirarme al suelo y anclarme con todas mis fuerzas al piolet en posición de autodetención. Os adelanto ya, que es imposible parar un tirón como el que me enganchó a mí. En ocasiones cuando vas en la montaña rusa y pasas por un looping o una bajada vertiginosa, el miedo, la ansiedad, la emoción te obligan a gritar para dejar escapara esa energía que te desborda. Mi bajada fue más brutal que cualquier atracción artificial. Recuerdo estar gritando por el esfuerzo de clavar el piolet en la nieve. La posición era la correcta y sabía que por suerte, la ladera perdía pendiente 200 metros más abajo así que tenía la confianza de que no nos ocurriría nada serio, me hizo gracia incluso recordar las prácticas que hice con Eduard en Pirineos y ser consciente de que lo estaba haciendo relativamente bien. Tan solo había algo turbio que no hacía más que repetir en mi interior; “Las rocas, me voy a comer las rocas”. Tanto David como Manolo habían superado el grupo de rocas que nos obligó a desviarnos, pero yo al ir el último, me quedé en su vertical y me dirigía a toda velocidad hacia ellas. Estaba esperando el golpe cuando de repente, toqué algo con los pies que me hizo salir catapultado. Imagino que finalmente llegué a un grupo asilado de rocas que quizá para bien me sirvieron de trampolín y las pasé por encima. Continué pegando tumbos sin control y tratando de recolocarme para volver a frenar, pero fue imposible. Solo cuando dejé de dar vueltas y por fin me deslizaba de espalda y con la cabeza hacia abajo, pude girar sobre mí mismo y clavar nuevamente el piolet en el terreno hasta conseguir parar definitivamente.
Rememorando la historia en el refugio de Quintito un par de horas después, mis compañeros me dijeron que ellos pudieron parar a mitad de ladera, pero que al salir yo volando, volví a iniciar otra vez la caída que nos dejó en la base de la ladera. Os aseguro que pensar en ello te pone los pelos de punta y no porque nos ocurriera nada, sino porque esto mismo en una zona más crítica hubiese terminado de otra forma.

23 de junio de 2007
Era la penúltima etapa de la travesía y ya sabíamos que la arista que nos conduciría al día siguiente desde el refugio Margheritta hasta el Duforspitze era imposible ya que la previsión meteorológica y la capacidad técnica y física del equipo no eran las adecuadas. La decisión por tanto estaba tomada y sabíamos que nuestro regreso a Zermatt no podría ser por la montaña. Lo único por decidir era si ascendíamos al refugio Regina Margheritta para tantear el terreno y disfrutar de sus 4.554 metros o bien renunciar a él y descender al Refugio Gnifetti.

Sin tomar esta decisión, salimos sobre las 5 de la mañana hacia el paso del Nasso. Nuevamente me atormentaba equivocarme de ruta y para no perder la costumbre, arrancamos por tercera vez solos como la una. A diferencia de los días anteriores en los que solo nos habíamos cruzado con los suizos, hoy nos encontramos con muchas cordadas que tenían proyectado subir el Castor por la vía “fácil” y además los cabrones se iban a encontrar con toda la huella abierta por nuestro descenso del día anterior, pero, ¿a nosotros quién nos abría huella?. Nadie.

Tardamos una hora aproximadamente en llegar a la base del Nasso y para nuestra tranquilidad, vimos que venían dos o tres cordadas a las que esperamos para consultar. La subida al Nasso, punto de paso obligado para llegar al glaciar del Lys oriental, es dura desde el punto de vista físico, pero al estar frescos y arropados por compañía, la hicimos sin contratiempos. Ya en la cima y nuevamente solos y con rachas de viento que nos obligaban a clavar el piolet hasta la cruz y agarrarnos a él como en un desplome, continuamos hacia el este hasta el paso propiamente que no es más que una pequeña meseta a 4.150 metros de altura. Para llegar al glaciar, teníamos que descender otros 200 metros de desnivel por una pala de unos 35 ó 40º que el sol empezaba a castigar.

Aunque algo desconcertado por nuestra posición, tenía claro que teníamos que descender. Al frente podíamos avistar la Pirámide Vicent, el Corno Nero, etc., pero no acababa de entender este “paso del Nasso”. Yo esperaba un collado en toda regla, pero más tarde, ya en Valencia me di cuenta de que no había interpretado bien el mapa. Sea como fuere, nuestra trayectoria era la única posible y el descenso era obligado. No me había equivocado.

Ya que no las tenía todas conmigo, les propuse instalar una reunión y asegurarles durante el descenso. Yo tendría que bajar a pelo, pero no eran pendientes por las que no hubiese bajado con anterioridad. Tuvimos que montar tres reuniones y los tres largos interminables me dejaron el culo congelado. Dos horas y media más tarde estábamos por fin en la base oriental del Paso del Nasso y siguiendo como corderitos las sugerencias de nuestra guía, trazamos una gran curva hacia el norte para no perder cota, hasta la bifurcación con la huella procedente del Gnifetti.
Poco antes de encontrar a una pareja de italianos que venían del collado del Lys, nos topamos con una enorme grieta que tuvimos que sortear para no repetir la historia del primer día. Fui tanteando con el Piolet la estabilidad del puente de nieve hasta encontrar una paso suficientemente seguro que nos llevó hasta la tan esperada “civilización”.
Estos compañeros de aventuras italianos tomaron por nosotros la decisión que en el desayuno habíamos postpuesto. Al preguntarles por la ruta hacia el Margherita, nos describieron unas condiciones de viento fortísimo y un estado de la nieve harto peligrosa. Al parecer se estaban formando unas bolitas de nieve dura a las que los crampones no podían cogerse con garantía y nos recomendaron abandonar nuestra idea. Creo que el detalle que nos convenció del todo, fue el de los dos montañeros que la tarde anterior se cayeron montaña abajo tratando de alcanzar el refugio.
No fue difícil virar hacia el sur y abandonar la mejor parte de mi plan. Solo fue triste.


El refugio Gnifetti es enorme. Esta enclavado en un pequeño espolón que lo salvaguarda de aludes. Sus vistas son espectaculares y es francamente cómodo. Como base para aclimatar durante un par de días es una opción innegable y tengo la sensación de que volveré en breve.

24 de junio de 2007
Teníamos un serio problema para regresar a Zermatt. La distancia en línea recta es de 10 ó 15 km, pero tuvimos que recorrer 500 km en taxi para llegar a nuestro hotel.
La noche anterior estuvimos charlando con unos españoles que nos sugirieron ir desde el valle de Alagna, que es al que llegaríamos desde el refugio, hasta el valle de Cervinia para luego coger una combinación de teleféricos hasta Suiza.
Por la mañana la guarda del refugio contactó con una compañía de taxis del pueblo para explicarle nuestro caso y finalmente llegamos a un trato. Por 300€ nos llevaban hasta Zermatt directamente, pero teníamos que estar a las 12,00h en el Pueblo.
Manolo repitió hasta la saciedad algo que con gran acierto se confirmaba día a día; “no nos están regalando nada, todos los días nos ponemos a prueba”.
Para bajar al pueblo, teníamos dos horas de pateo hasta el teleférico, así que aparentemente teníamos margen. Pero como ya he dicho antes, no había nada gratis, y el día amaneció con una niebla espesísima.
Salimos del refugio sobre las 9,00h y por suerte la huella era bastante clara. Al llegar al teleférico descubrimos para nuestra sorpresa que estaba cerrado tal y como nos lo confirmó el taxista al que llamamos para explicarle nuestra situación. Nos propuso que siguiésemos andando hasta otra estación que estaba a una hora y pico de camino, pero ya nos adelantó que tendríamos que dormir en Alagna y volver a Suiza al día siguiente porque como muy pronto llegaríamos al pueblo a las 15,00.
Por supuesto, yo no pensaba perder un día entero por mucho que se empeñaran las circunstancias, así que les propuse a David y Manolo apretar a tope y cubrir lo que nos restaba hasta la estación de Salatti en cuarenta minutos para no perder el teleférico de las 12,00h.
A las 12,03h, entrábamos exhaustos por la puerta de las instalaciones confiando que no tuviésemos que esperar la cabina de las 13,00h. Una señora muy agradable se sorprendió de ver a tres “pintas” (en realidad éramos ocho tipejos, ya que recogimos por el camino a un Bilbaino con las botas rotas y cuatro vascos más iban a nuestra zaga) que buscaban con los ojos desorbitados una ventanilla en donde comprar los tiques.
Para nuestra sorpresa e indignación, descubrimos que en realidad no salía un teleférico cada hora como nos había explicado nuestro chofer, sino que por emisora se avisaba de la presencia de clientes para mandar la cabina a un extremo u otro de la catenaria. Durante los quince minutos de espera, nos tomamos unas cervezas fresquitas y comenzamos a quitarnos ropa, ya que se comenzaba a sentir el calor del valle.
Como colofón a toda esta carrera, y tras llegar al punto de encuentro tan solo una hora más tarde de la acordada, una recadera del taxista nos dijo que el chofer llegaría una hora más tarde. El puñetero se había ido a comer dando por supuesto que no íbamos a llegar hasta la tarde y allí estábamos pletóricos por la hazaña, plantados como tres macetas arrugadas junto a la iglesia del pueblo.

25 de junio de 2007
Este día lo dejé como descanso en Zermatt ya que supuestamente íbamos a estar algo cargados después de la travesía. Por suerte o por desgracias no fue así, y pasamos el día dando una vuelta por los alrededores del pueblo. Paseando, comiendo y por supuesto bebiendo cervezas.







26 de junio de 2007
Las fisuras del programa ya se habían dejado ver al no pode ascender al Dufor desde el Margheritta, pero ahora, los cimientos estaban fallando cuando nos dijeron que el Weisshorn era a todas luces inviable por la acumulación de nieve que tenía. Nuestra segunda parte del programa se desmoronaba.
El Cervino no ero tampoco un camino de rosas y nuestra informadora de recepción cuyo marido era guía de alta montaña, nos dijo que tampoco lo recomendaba y sea como fuere y ya que el horno no estaba para bollos, David y yo decidimos intentar nuevamente el Dufor pero desde la vertiente Suiza pasando por el Refugio del Monte Rosa.
La ventaja que teníamos es que yo ya conocía la ruta prácticamente entera ya que el año pasado casi llegamos a la cima con Gorri, Eduard y Manolo. La meteo preveía buen tiempo excepto viento, pero una cordada de Madrileños que había estado arriba, nos dijo que la arista final estaba muy expuesta y que no se habían atrevido a cruzarla.


La mirada de David lo dijo todo y pasamos nuestra última noche de altura, durmiendo en una habitación para nosotros solos con una vista espectacular al Liskam y al Materhorn que con toda certeza volveré a ver en un futuro no muy lejano.


viernes, 4 de mayo de 2007

VÍA VALENCIANOS POR CUATRO AFICIONADOS



El pasado Lunes nos hicimos la vía Valencianos de IV+ en el Peñón de Ifach.

El 2º largo tiene una variante de V+ aunque un escalador de la zona nos dijo que bien podría ser 6a ó 6a+.



El último paso de este largo lo tuvimos que sacar en A1, pero nos hemos propuesto volver y vencer.

El resto de fotos aquí: http://www.flickr.com/photos/8136866@N04/



Cramirez.